La producción mundial de café durante el 2021, superó los 175 millones de sacos y aunque resulta ser una excelente noticia tanto para los caficultores como para los amantes del café, no lo es para la conservación de biodiversidad de los países que lo producen.
Para muchos es desconocido, pero el aumento de la producción de café viene causando grandes daños ambientales, ya que el desecho de la cáscara de la cereza termina ocasionando contaminación en las fuentes de agua potable.
Esto se debe a que durante el proceso de despulpado de la fruta se usa agua y esa cáscara que se desecha tiene grandes propiedades y nutrientes que no son del todo buenos ya que terminan causando una alta proliferación de algas que contaminan el agua y por ende coartan el acceso al vital líquido tanto al ser humano como a la fauna.
Lo ideal es darle un uso a la cáscara y que no termine alcanzando las fuentes de agua.
En países como Bolivia, Yemen y Etiopía ya es costumbre consumir la cáscara del café, hacen de ella una infusión que se puede tomar tanto fría como caliente, se puede mezclar con especias como canela, clavos de olor, anís y hasta donde pueda llegar la creatividad y el gusto.
Esta estrategia se viene popularizando dentro de los productores de café, quienes conscientes del cuidado ambiental y que adicional sacan una ganancia extra de la fruta, iniciaron la comercialización de la cáscara saborizada.
Otro uso que se le viene dando a la cáscara del café es aún más novedosa: la harina de café, comenzó a producirse en Canadá de la mano de una empresa llamada CF Global Holdings, quienes usan los restos de la cereza para hacer una harina libre de gluten que promete contener 5 veces más fibra que una harina integral y que es 100% amigable con el medio ambiente.
El café siempre sorprende con sus usos y aplicaciones, pero es importante la tarea de investigar y ocuparse de mantener a raya toda consecuencia nociva que pueda causar el incremento de su producción.
