En el mundo del café hay dos grupos de consumidores, los que lo toman con azúcar y los que no, este debate se da casi desde el descubrimiento del grano y cada grupo presenta sus argumentos, pero lo importante antes de sumarse a algún bando es saber qué suma y qué le resta agregarle azúcar al café.
Cuando se consume un café con alto niveles de amargor y/o acidez, la adición de azúcar disminuye estos sabores. Por lo general, el café con estas características suele ser un café robusta con una tostión fuerte, seguramente económico y de venta en supermercados.
Pero cuando se cuenta con un café arábico, de tostado reciente y de producción artesanal, sumarle azúcar a la taza le restará la percepción de aromas y sabores, además que cuando un grano que ha cumplido cada paso, desde su siembra hasta la preparación, cuenta con notas dulces que vienen aportadas por la fruta en el proceso de fermentación y tueste.
Además, para quienes consumir 3-4 tazas de café al día es normal, hacerlo sin azúcar ayudará a disminuir las posibilidades de presentar caries y halitosis, contribuirá a la pérdida de peso pues el azúcar suma calorías por cada taza, reducirá las posibilidades de presentar hígado graso y combate la depresión.
Sin embargo, aunque lo recomendable sea consumirlo sin azúcar, será el gusto personal el que determine si colocarle o no, siendo una cuestión de paladar, cada quien debe valorar si el sabor residual del azúcar que añade a su café́ le molesta o no, y si añadiéndolo a su taza, le permite percibir todo el sabor de la bebida.
